En el rico tapiz del simbolismo bíblico, pocas imágenes son tan evocadoras y profundas como las del león y el cordero. Estos símbolos encapsulan la naturaleza dual de Jesucristo y transmiten profundas verdades teológicas sobre Su carácter y misión. Comprender cómo se describe a Jesús tanto como un león como un cordero en la Biblia requiere que nos sumerjamos en los textos bíblicos y exploremos los contextos en los que se utilizan estos símbolos.
La imagen de Jesús como león y cordero se ilustra más vívidamente en el Libro de Apocalipsis, un texto repleto de lenguaje simbólico y visiones apocalípticas. En Apocalipsis 5:5-6, leemos sobre una escena dramática en la que el apóstol Juan llora porque no se encuentra a nadie digno de abrir el rollo sellado con siete sellos. Uno de los ancianos lo consuela, diciendo: "¡No llores! Mira, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha triunfado. Él es capaz de abrir el rollo y sus siete sellos". Aquí, Jesús es identificado como el León de la tribu de Judá, un título que significa fuerza, majestad y realeza. El león es un símbolo de poder y autoridad, reflejando el papel de Jesús como el Rey soberano que reina sobre toda la creación.
La imagen del león tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, particularmente en la bendición que Jacob da a su hijo Judá en Génesis 49:9-10, donde Judá es comparado con un cachorro de león. Esta bendición profética presagia la aparición de un gobernante de la tribu de Judá, un linaje que finalmente lleva a Jesucristo. El león simboliza la autoridad real de Jesús y Su victoria sobre el pecado y la muerte. Como el León de Judá, Jesús encarna el cumplimiento de las promesas de Dios a Su pueblo, demostrando Su dominio y el triunfo final del bien sobre el mal.
Sin embargo, en el siguiente versículo de Apocalipsis 5, la imagen cambia dramáticamente. Juan se vuelve para ver al León, pero en su lugar, contempla "un Cordero, como si hubiera sido sacrificado, de pie en el centro del trono". Esta yuxtaposición es impactante y profundamente significativa. El Cordero, un símbolo de sacrificio y mansedumbre, representa el papel de Jesús como el Salvador sacrificial. La imagen del cordero remite al cordero pascual de Éxodo 12, que fue sacrificado para que los israelitas fueran librados de la plaga de los primogénitos. La sangre del cordero marcaba las puertas de los fieles, simbolizando la protección y liberación de Dios.
El apóstol Pablo captura la esencia de esta imagen sacrificial en 1 Corintios 5:7, donde escribe: "Porque Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido sacrificado". Jesús, como el Cordero de Dios, cumple el sistema sacrificial del Antiguo Testamento, ofreciéndose a sí mismo como la expiación perfecta y final por el pecado. Este amor abnegado y humildad están en el corazón del evangelio cristiano. La aparente debilidad del Cordero, al ser sacrificado, se convierte paradójicamente en la fuente de fuerza y victoria divinas. A través de Su muerte y resurrección, Jesús conquista el pecado y la muerte, ofreciendo redención y reconciliación a todos los que creen.
La doble imagen del león y el cordero captura la plenitud de la identidad y misión de Jesús. Como el León, Él es el poderoso Rey que gobierna con justicia y poder. Como el Cordero, Él es el humilde Siervo que entrega Su vida por la salvación de la humanidad. Esta combinación paradójica de fuerza y mansedumbre, autoridad y sacrificio, revela la profundidad y amplitud del amor de Dios y el misterio de la Encarnación.
Además, este simbolismo dual habla de la naturaleza del reino de Dios, que subvierte las expectativas mundanas. En un mundo que a menudo equipara el poder con el dominio y la victoria con la fuerza, el león y el cordero juntos presentan una visión radical del poder divino que se expresa a través del amor abnegado y el servicio sacrificial. Esta es la esencia del reino de Dios, donde los últimos serán los primeros y el mayor es el siervo de todos (Marcos 10:43-45).
El león y el cordero también proporcionan un modelo para el discipulado cristiano. Los seguidores de Cristo están llamados a emular ambos aspectos de Su carácter. El coraje y la audacia del león inspiran a los creyentes a mantenerse firmes en su fe, a hablar la verdad al poder y a vivir con integridad y rectitud. Al mismo tiempo, la humildad y la gentileza del cordero llaman a los cristianos a vivir vidas marcadas por la compasión, el perdón y el amor sacrificial. Este doble llamado desafía a los creyentes a reflejar el carácter de Cristo en todos los aspectos de la vida, encarnando tanto Su fuerza como Su gracia.
A lo largo de la historia cristiana, teólogos y escritores espirituales han reflexionado sobre el significado de Jesús como el león y el cordero. En las queridas "Crónicas de Narnia" de C.S. Lewis, Aslan el león sirve como una figura de Cristo, encarnando tanto la majestad como el sacrificio de Jesús. Lewis captura la presencia impresionante y reconfortante de Cristo, que es tanto poderoso como gentil, temible y amoroso.
En conclusión, la descripción bíblica de Jesús como tanto un león como un cordero ofrece una comprensión profunda y multifacética de Su identidad y misión. Esta doble imagen revela la plenitud de la naturaleza de Jesús como el Rey soberano y el Salvador sacrificial, desafiando a los creyentes a vivir vidas que reflejen Su ejemplo de fuerza y humildad. Al contemplar estos símbolos, se nos invita a entrar más profundamente en el misterio de Cristo, cuyo amor y poder trascienden la comprensión humana y cuyo reino se establece a través de la paradoja de la cruz.